SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La reproducción del proceso de trabajo por cuenta ajena.-

 

En los procesos de trabajo por cuenta ajena la reproducción reviste mayor complicación a causa de la participación de un elemento que en el proceso por cuenta propia no existía: el empresario.

Aquí se reproducen los elementos materiales, las personas del trabajador y el empresario, y además, la relación que existe entre ellos.

La reproducción de ambas personas, trabajador y empresario, no encierra, como hemos visto, especial dificultad. Las personas, todas, nos reproducimos teniendo al alcance, a nuestra disposición, las mercancías que necesitamos para sostener materialmente la vida; y  en cuanto a la reproducción biológica (la creación de nuevas personas) solo hace falta la existencia de varones y hembras que se unan a tal efecto.

Sin embargo, la reproducción de la relación ya no es tan sencilla. Se trata de lo siguiente: si al inicio del proceso de trabajo la persona del trabajador se caracteriza por trabajar, con medios ajenos, bajo dirección ajena, para producir mercancías que también serán ajenas, y a cambio de un dinero que permita escuetamente la reproducción de su persona; si estas son las condiciones de su actividad cuando la comienza, se trata de que sean las mismas cuando inicie el nuevo proceso de trabajo, es decir, la reproducción del proceso. De forma que, enlazando un proceso con otro, un día con otro, un año con otro, su participación en la producción tenga siempre las mismas condiciones: medios ajenos (capital), dirección ajena, producto ajeno, a cambio de unas mercancías, o su valor en dinero (salario) que permita la reproducción escueta de su persona (para poder presentarse al día siguiente, al año siguiente, al lugar de trabajo –él o su hijo- en las mismas condiciones).

Estas mismas condiciones, vistas desde el lado del empresario, permiten la reproducción de éste: propietario de los medios de producción (capital), director del proceso de trabajo, propietario de las mercancías producidas, pagador del salario. Con estas condiciones inicia el primer proceso de trabajo y con las mismas lo termina o inicia el siguiente y el siguiente.

En esto consiste la reproducción de las personas y  de las condiciones en que participan en la producción.

Ahora se entenderá mejor algo que dijimos anteriormente, que el capital no es un objeto sino una relación. Con unos objetos materiales (el terreno, las herramientas, la semilla) y su trabajo, un campesino produce unos tomates que le sirven de alimento a él ya su familia, sin que aparezca por parte alguna el capital. Si parte de los tomates los lleva al mercado, los vende y con el dinero se compra una carretilla para trabajar, no aparece tampoco el capital. Ha habido trabajo, medios de trabajo, producto, intercambio (mercado), dinero, sin embargo no ha aparecido el capital. El capital no es un objeto.

Una determinada manera de combinar al trabajador con los medios que utiliza en su actividad, convierte a éste en obrero, al propietario de los medios en empresario, y a la relación entre ambos en capital.

Este tipo de proceso de trabajo con estas condiciones, es el núcleo de la producción capitalista, y la reproducción de la producción capitalista nos da como resultado la sociedad capitalista.

Una sociedad capitalista, como sociedad real, como hecho real concreto que podamos contemplar, no existe. Esta expresión (sociedad capitalista, mundo capitalista, país capitalista) es una abstracción que hacemos de la realidad (como venimos viendo) para entenderla mejor.

Es un concepto elaborado, a su vez, con abstracciones recogidas de la realidad (trabajar, medios de trabajo, producto, mercancía, salario), que no son la realidad misma, pero nos permiten conocerla mejor.

Si nos acercamos a una realidad concreta, nuestro país por ejemplo, y aplicamos estos conceptos, podremos apreciar que existen, al mismo tiempo, procesos de trabajo por cuenta propia y procesos de trabajo por cuenta ajena.

Si aplicamos nuestra atención a un solo sector de la producción, la agricultura, por ejemplo, podremos ver como existen, efectivamente, procesos de trabajo por cuenta propia (campesinos) y procesos de trabajo por cuenta ajena. Aquí aparece el capital. Y podemos ya identificar al empresario agrícola, al obrero agrícola (jornaleros) y su relación salarial.

Si hacemos esta misma operación en los demás sectores de la producción material de nuestro país (industria, minería, pesca, construcción, obras públicas, etc.) nos aparecen también las dos formas de presentarse el trabajo en la actualidad. Forma no capitalista (por cuenta propia), y forma capitalista (por cuenta ajena).

El trabajo prestado por cuenta ajena constituye la mayor parte, y la más importante, de la producción material de nuestro país. Los estudios hechos sobre el terreno así lo acreditan. Este hecho es el que, en otras palabras, llaman el dominio y control por parte del capital de la producción material española. Los sectores más importantes de la producción en nuestro país se desarrollan bajo la forma de trabajo por cuenta ajena (forma capitalista).

La producción capitalista, dicho de esta forma, es una abstracción sacada, separada, de un conjunto más extenso al que pertenece: la producción material de nuestro país, por ejemplo. Y así es, porque la producción material comprende también a la que se realiza por cuenta propia. Ambos juntos comprenderán la producción material española.

Esta última viene, a su vez, referida o integrada en un conjunto más amplio (sin el cual hoy no podría existir): la producción material europea y la mundial.

Al modo como hablamos del cerebro humano, por poner un ejemplo, que no tiene existencia real si no es componiendo un conjunto que llamamos persona. El cerebro humano existe alojado en una caja de hueso (el cráneo), apoyado en un esqueleto consistente y articulado, alimentado por un sistema sanguíneo y un aparato digestivo, y extendido a través de un entramado de la médula y el sistema nervioso. Es decir, el cerebro existe, y podemos hablar y escribir de él, pero siempre entendido dentro, en el seno, de un conjunto. La producción material, de la misma manera, no es más que una parte del conjunto que llamamos sociedad.

La producción, como centro motor del conjunto de la sociedad que compone un país, es además, su centro de interpretación. Es el hombre haciéndose hombre con sus compañeros, es el hombre reproduciéndose con sus compañeros. Ninguna zona, ninguna parte, ningún aspecto de la sociedad puede existir y por lo tanto no puede explicarse, que no sea desde esta actividad humana, la producción material y el trabajo que es su motor.

Por lo tanto, la mejor forma de conocer una sociedad y sus fundamentos, así como la manera en que funciona, es la que comienza conociendo su producción material (y su motor, los trabajadores). Qué se produce, cómo se produce y qué papel, qué relaciones establecen los trabajadores en la producción.

Esta forma de acometer el conocimiento de una sociedad, este método que comienza estudiando su producción tiene su fundamento en que una sociedad para vivir necesita, en primer lugar, producir medios materiales para su existencia física, para no desaparecer.

Todas las demás actividades, que podemos apreciar y enumerar en una sociedad, tuvieron su origen y función en la producción, o para ser más exactos, en la reproducción de la producción.

En cualquier sociedad que analicemos hoy en Europa en la fase histórica que venimos considerando, si empezamos su estudio por la producción, apreciamos enseguida la existencia conjunta de procesos de trabajo por cuenta propia y por cuenta ajena.

Para poder reproducir lo procesos por cuenta propia ya hemos visto como surgen unos trabajadores no productivos, que se agrupan según la función que desempeñan (limpieza y seguridad en el mercado, mantenimiento de las instalaciones) y que reciben los medios de trabajo y su sueldo de los propios productores o de productores y mercaderes.

Estos trabajadores no productivos ( no participan en forma directa en la producción) agrupados por funciones y dotados de medios de trabajo para el desempeño de las mismas, constituyen lo que en nuestras sociedades se conocen como instituciones. Las instituciones, por lo tanto, nacen de las necesidades de la producción. No participan directamente en la misma, pero su función es imprescindible para la reproducción del proceso de producción. Ya lo hemos visto en el mercado. Para que éste funcione bien, y las mercancías acudan y encuentren comprador, es preciso y conveniente que el local o espacio donde se realizan los intercambios, esté limpio, bien conservado, así como asegurado su orden y tranquilidad. Las brigadas de trabajadores encargados de estas tareas, y dotados de los medios necesarios (hay que pensar enseguida que uno de los medios para guardar el orden es la autoridad, el mando, y que esta autoridad y mando la reciben de mercaderes y productores para ejercer su función; es importante recordar este origen y finalidad de la autoridad de estos trabajadores) constituyen lo que en nuestras sociedades conocemos como instituciones.

Una institución es el mercado, y también lo es el ayuntamiento, el ejército, la iglesia, la escuela, la policía, el juzgado, el gobierno.

Las instituciones en su origen son muy sencillas. Tan sencilla como lo es, en el momento en que nacen la producción, a la que sirven. La seguridad  de la propiedad rústica, de las fincas, en la Edad Media es defendida por un puñado de guardas del señor noble, y la seguridad en los caminos se la proporcionaban unas docenas de hombres armados. En 1844, sin embargo, fue necesaria ya, para esas funciones exactamente, nuestra guardia civil.

Quiere esto decir, que para entender bien las instituciones es preciso, ir a su origen y a la circunstancia en que nacieron. ¿Por qué es tan importante esto? Porque muchas de las instituciones citadas, si no todas, nacieron para reproducir un tipo de relaciones de trabajo (de proceso de trabajo), claramente contrarias al interés de los trabajadores. Sin embargo, se presentaron y se siguen presentando, como neutras, como independientes del enfrentamiento de los trabajadores con los propietarios de los medios de trabajo. Más adelante veremos esto.

Porque nacen tan sencillas, las instituciones en sus principios apenas tienen organización interna. Con la ampliación del mercado, por seguir este ejemplo, las necesidades de orden, limpieza y mantenimiento se multiplican. Las ciudades con más población necesitan más de un mercado  y se crean varios. Para atender estas nuevas necesidades, las brigadas de trabajadores no solo se multiplican, sino que se separan por funciones. Uno se encarga solo de la limpieza en todos los mercados de la ciudad, otros de su seguridad y otros de su mantenimiento.

Los encargados de la seguridad acaban organizándose jerárquicamente. Habrá unos jefes coordinadores y otros que ejecutaran las ordenes que ellos habrán dado. Estas ordenes serán producto de un estudio previo de las necesidades concretas a las que hay que ir haciendo frente. Se hará precisa una formación especial para estas tareas y particularmente para los jefes, los responsables, que normalmente llegaran a estos puestos de mando mediante adquisición de unos conocimientos especiales.

La relación más importante que se ha de reproducir es la del trabajo por cuenta ajena, dada su mayor importancia en el conjunto de la sociedad.

Esta relación, la relación de producción capitalista, exige para su reproducción el sometimiento del trabajador. El sometimiento que el noble o la Iglesia imponen a los trabajadores, exigiéndoles la entrega de parte de sus productos, hacen necesaria la existencia de un tipo de instituciones, como son: la Iglesia que enseña (y a quien defiende lo contrario lo hace perseguir y matar) que los señores-nobles y ellos mismos (la Iglesia) representan el orden de Dios, el dueño de todo (incluidas nuestras vidas); enseñó y quiere que se mantenga, que ellos son los administradores de todos los bienes, y que a los trabajadores les corresponde, en este orden querido por Dios, trabajar y entregar parte de lo que producen a los administradores puestos por Dios; a estas enseñanzas (órdenes) de la Iglesia hay que asegurar su cumplimiento, y para ello los señores-nobles contribuyen con sus tribunales de justicia (ellos mismos), y sobre todo con sus hombres armados que ejecutan las sentencias, matan o detienen para encerrarlos en las mazmorras a los delincuentes (los que no cumplen las ordenes citadas) y aterrorizan, para que sean cumplidores, al conjunto de la población trabajadora.

Estas instituciones eran necesarias para mantener un tipo de relación de trabajo como la del siervo. Toda la población trabajadora productiva obligada a mantener a una minoría, que se elegía a si misma, no se aguanta  si no es con una fortísima represión, física (hambre, palizas, matanzas, humillaciones) y mental (lo de los curas, frailes, obispos, cardenales y papas, de aquellos tiempos, solo se entiende si se compara su vida con la de los pobres trabajadores).

Estas instituciones también reciben el nombre, por parte de los estudiosos, de aparatos, y así se refieren a ellas llamándoles: el aparato represivo, el aparato ideológico. El aparato represivo sería el conjunto de instituciones que se encargan de imponer el orden (policías, jueces, funcionarios de prisiones), y el aparato ideológico sería el conjunto de instituciones encargadas de que el orden existente sea entendido por los trabajadores como el orden normal, el orden necesario, el orden lógico, el único orden existente (los medios de comunicación, televisión, radio, prensa-, la familia, la escuela, las iglesias-musulmanas, cristianas- los partidos políticos).

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